Hoy te extrañé intensamente de la nada y los fragmentos de nuestra historia cayeron una vez más.
Era una mañana fría en aquel viejo departamento en el que vivía. El reloj marcaba las 8:15 justo cuando se soñaba en calles desconocidas de un lugar conocido; feliz de encontrar rostros familiares, rostros que había conocido y se negaba a olvidar.
Escuchó ruidos y con cuidado abrió los ojos y los volvió a cerrar, se hizo la dormida.
Su compañero sale y al momento en que escucha como se cierra la puerta se levanta y comienza a vestirse, arreglarse, necesitaba estar lista en pocos minutos, quería estar bonita para cuando llegara él, aquel joven que le había causado tantas lágrimas, dudas y malas actitudes. Esperaba oír sus razones, quería saber todo aquello que le había quitado el sueño; moría por ver sus ojos, tocar su cabello, escuchar su voz.
De un momento a otro el reloj marcó las 9:50 y mientras esperaba impaciente, se cruzó por su mente aquel fragmento de uno de sus libros favoritos: “Convencida como yo, de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas” en ese momento su cabeza comenzó a dar mil vueltas, ¿Era una casualidad que él volviera ese día a su vida?, o todo había sido parte de un plan del que no estaba enterada.
De pronto escucha el timbre, se levanta, abre la puerta y se encuentra con él, la persona que había estado esperando que tocara su puerta en meses, los dos se ven, sonríe, se sentían los nervios en el ambiente, se respiraba alegría, se respiraba amor, se podían escuchar los latidos de su corazón tan fuerte como el abrazo que estaba por suceder, estaba tan feliz de verlo, tan feliz.
De pronto escucha el timbre, se levanta abre la puerta y se encuentra con él, la persona que había estado esperando que tocara su puerta en meses, los dos se ven, ella desvía la mirada y lo invita a pasar. No sabía si todo lo que había imaginado podía ser verdad, si los dos corazones iban a latir tan fuerte como lo pensó, ni siquiera le sonrió ni siquiera lo vio.
Entró a su habitación enojada con ella misma, lo dejo ahí parado en la puerta y empezó a llorar, en segundos sus lágrimas salían como si hubiera perdido a un ser querido, como si hubiera sucedido una catástrofe, lloraba tan intensamente y tan fuerte que gritó, lloró, se secó las lágrimas, siguió llorando y gritó más fuerte.
Él entró lentamente a la habitación y se sentó a su lado, y en ese instante, con la habitación inundada de silencio entendió que había perdido la batalla.
Hoy te extrañé intensamente de la nada y lo
s fragmentos de nuestra historia volvieron a doler.