Inés Arredondo fue una mujer brillante y creadora, una lectora inteligente y promotora cultural; escribió cuentos, una novela corta, ensayos y un libro infantil. Nació en la ciudad de Culiacán, Sinaloa aunque ella decía, que todos podíamos tener varias infancias de donde elegir, por eso ella eligió la casa de sus abuelos, una hacienda azucarera cercana a Culiacán llamada El dorado.

Según ella, empezó a escribir muy tarde, ya casada y con hijos; su primer cuento se llamo «El membrillo», el cual corrió a leérselo a su entonces esposo, el también escritor Tomás Segovia. Era madre y esposa, razón por la que tardó un poco en escribir el cuento «La señal» el que consideró le había dado la pauta para nombrarse escritora.

Escribía reclinada sobre la cama, a mano, con una letra infame y en papel revolución, sin hacer otra cosa que escribir y fumar y seguir escribiendo fueran las diez o las tres de la mañana. Al tiempo llevó una vida que le causaba dolor pero que jamás la dejó rendirse, siempre defendiendo su personalidad de creer y no creer, de seguir soñando y de admirar a todas esas personas inteligentes que conocía.

Un mujer que, al ser recordada por sus cuentos, siembra una maravilla en cada palabra escrita, quien trató temas prohibidos para aquel tiempo. Nunca escribió para ganar premios o reconocimientos. No escribía por escribir, buscó las palabras precisas que le dieron sentido a su vida, fiel y contradictora hasta el final de sus días, y quien acudía al lápiz y al papel cada que un problema se le presentaba y a la que nadie la enseñó a ser cuentista.